En el vientre de la industria. La infiltración como herramienta del movimiento por la liberación animal.

EN EL VIENTRE DE LA INDUSTRIA

La infiltración como herramienta del movimiento por la liberación animal

En 1981, Sarah Kite trabajaba en la unidad de toxicología con roedores de Huntingdon Life Sciences (HLS), el mayor laboratorio de experimentación animal por contrato de Europa. Poco tiempo después, la empresa la trasladó a la unidad de toxicología con perros. Lo que HLS no sabía es que Sarah Kite trabajaba de forma encubierta para la BUAV (Unión británica para la abolición de la vivisección). En la nueva unidad a la que la trasladaron fue testigo del envenenamiento de perros con pesticidas, productos de higiene o medicamentos.

Durante 1996 y 1997, Zoe Broughton también se infiltró en HLS y posteriormente mostró las imágenes que consiguió de forma encubierta en el documental de Channel 4 “It´s a dogs life”. Entre algunas de aquellas imágenes se podía ver a técnicos del laboratorio sacudiendo y golpeando en la cara a cachorros de raza Beagle, una especie usada habitualmente en laboratorios por la docilidad de su carácter. Como resultado de las imágenes conseguidas por Broughton, se suspendió la licencia de actividad de HLS durante seis meses y dos técnicos de laboratorio fueron procesados y condenados al pago de multas.

La información recabada por las personas infiltradas sobre la realidad que se ocultaba tras los muros de HLS fue lo que encendió la mecha de SHAC (Stop Huntingdon Animal Cruelty), una histórica campaña que se extendió a nivel internacional y que puso en serios aprietos a Huntingdon Life Sciences, llevando a la empresa al borde de la quiebra.

Pero esta no era la primera vez que el movimiento por los derechos de los animales usaba la infiltración como herramienta para acabar con el oscurantismo tras el que se protegen las industrias de explotación animal. En 1981, Mike Huskisson consiguió infiltrarse en círculos de cazadores de Reino Unido. Durante dos años documentó de forma encubierta la brutalidad de la caza de zorros, ciervos o liebres en una época en la que aún no existían cámaras digitales o teléfonos móviles. “Si mis oponentes hubiesen descubierto quién era yo en realidad y me hubiesen pedido explicaciones, habría tenido que apañármelas para librarme de ellos. Si necesitaba pedir ayuda tenía que encontrar una cabina de teléfono y para saber dónde estaba, necesitaba estar familiarizado con el uso de mapas”, explica Huskisson. Justo después de terminar su investigación, volcó toda la información que había recabado en el libro Outfoxed. El nivel de rechazo popular hacia las prácticas que se denunciaban en el libro fue creciendo con el paso de los años.

Años antes, en 1974, la periodista Mary Beith consiguió un puesto de trabajo en un laboratorio, donde captó imágenes de perros Beagle a los que se forzaba a fumar hasta 30 cigarros al día. The Sunday People, el periódico para el que trabajaba, publicó finalmente en 1975 el resultado de la investigación junto con las imágenes obtenidas por Beith y causó una auténtica conmoción pública.

El uso de la infiltración en centros de explotación animal se ha mantenido hasta nuestros días y en distintas partes del mundo, se han realizado investigaciones encubiertas en granjas peleteras, granjas factoría o centros de experimentación animal. Hace casi dos años, en el Estado español se publicaron las imágenes obtenidas de manera encubierta por la activista Carlota Saorsa dentro de Vivotecnia, laboratorio de experimentación animal situado en Tres Cantos, Madrid. En las imágenes, publicadas y difundidas por la ONG Cruelty Free International, se podía ver a técnicos del laboratorio manipulando de forma agresiva y humillando a animales de distintas especies entre otras muchas aberraciones. Tras la publicación de las imágenes, se llevaron a cabo manifestaciones y actos de repulsa en todo el Estado. Sin el trabajo de Carlota Saorsa, Vivotecnia seguiría siendo una empresa anónima que, dentro del enorme entramado empresarial que constituyen la industria de la explotación animal, habría pasado inadvertida. Sin embargo, la indignación que causaron las imágenes que obtuvo es lo que motivó aquellas protestas y la que ahora, dos años más tarde, ha hecho que decidiésemos comenzar la campaña Cerremos Vivotecnia.

Independientemente del nivel de impacto mediático y social que logren causar este tipo de acciones, es importante valorar y defender la labor de las personas que deciden infiltrarse para destapar realidades que, de otro modo, permanecerían ocultas para gran parte de la sociedad. Quienes se infiltran son personas empáticas con los animales que deciden adentrarse en un mundo donde a diario verán dolor, torturas y muerte. Y, por duro que les resulte, lo hacen porque saben que así obtendrán más imágenes, recabarán más información y tendrán más posibilidades de romper el muro opaco que separa ese tipo de prácticas de los ojos del público, aunque eso suponga poner en riesgo su libertad y su integridad física y psicológica.

No hay nada que te haga estar preparado para la primera vez que ves animales encerrados en granjas factoría, y no creo que esas emociones te vayan a abandonar, por muchas granjas o mataderos que visites”, asegura Rich Hardy, un activista que durante años se infiltró en centros de explotación animal. “Durante mucho tiempo dejé a un lado mis traumas. Los escondía. Pero llega un momento en el que todos esos traumas te asaltan”, añade. 1

“Pete”, otro activista que ha realizado distintas investigaciones encubiertas, también se refiere a la cuestión de la salud mental de las personas que se infiltran hablando de su propia experiencia. “Fui a terapia con dos psicólogos y me dijeron que tenía depresión, insomnio y que mi trabajo me estaba jodiendo la vida. Pero nada hizo que me sintiese mejor hasta que volví a infiltrarme en otra empresa. En ese momento pude volver a dormir como un bebé. (…) Creo que lo hace que siga adelante es pensar que por muy mal que yo esté, los animales están muchísimo peor”, comenta. 2

Además de destapar las mentiras de la industria y poner de manifiesto la ineficacia de sus protocolos de bienestar animal y comités de ética, la información y las imágenes obtenidas por las compañeras que se infiltran en centros de explotación animal, dan solidez al discurso de nuestro movimiento. Demuestran que lo que decimos sobre las granjas, los mataderos, los laboratorios o los criaderos no son exageraciones ni desinformación, sino un relato veraz y documentado sobre la brutalidad que rige el día a día de ese tipo de empresas.

La infiltración es una parte fundamental del movimiento de liberación animal y nos dota de la herramienta más poderosa de todas: la información.

Gracias a todas las personas que se arriesgan para hacerlo posible.

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